jueves, 28 de mayo de 2020

Duende

Dedicado a una conversación telefónica en confinamiento. Las amistades, por suerte, no quedan confinadas.

Dicen que Ella siempre supo qué quería ser o quizá no. De niña soñaba a lo grande: aventurera, piloto de avión, astronauta o incluso pitonisa. En su adolescencia desarrolló una fijación con la carrera diplomática y de hecho sus huesos dieron con la facultad de derecho como escenario previo a hacer realidad sus sueños. 

Y dicen que a partir de ahí en su línea de la vida algo se torció o puede que se diluyese tenuemente hasta que su sueño se volvió invisible.

Lo sepultó la necesidad de aceptar cualquier trabajo que se le ofreciese, los cambios de cuidad, de domicilio, los contratos precarios, los tiempos en paro y la búsqueda de un salvavidas en forma de formación académica nueva a la par que innecesaria. Lo acorraló la cotidianidad a golpe de necesidades, el miedo, la precaución y esa falta de autoestima. Lo mató el todo y la nada, una juventud que pasaba entre inconsciente y cegada por un efímero presente que se volatilizaba entre las casillas del deber y el querer.

Cuentan las malas lenguas que nada saben que luego llegó el amor y filtro de olvido. Nada saben porque fue el de verdad, el que esas lenguas envidian, el bueno que sanó heridas y fue reparador. El que supo no solo mirarla sino verla, que creía en ella y  que era tan sencillo y normal como real. De ese amor creció un proyecto de viaje, de vida, niños y nació como madre. Todo cambió. Todo se revolvió y de golpe, sí de golpe, un nuevo caos y una nueva forma de vida.

Recaló en una ciudad antigua, medieval, gris piedra y bufanda color azul río y sombra verde arboleda. La urbe se coló en su presente que buscaba serenarse en su vida. Hosca, fría y ventosa esta ciudad, Ella sentía que no acababa de ligar con su nuevo hogar. Por de pronto la mesetaria población cerró su círculo maternal y colocó cada cosa en su lugar sin que ella fuera consciente de esos movimientos estratégicos del universo.

En ello estaba, inmersa en esa maternidad completa y absorbente cuando hete aquí que un duende se coló en su alma. Un remolino diminuto que parecía brisa y era torbellino o como torbellino disfrazado de brisa, según la necesidad.

Nadie lo ha visto jamás por supuesto aunque siempre se habló de él desde tiempos muy antiguos. En nuestro lenguaje y en nuestro imaginario se encuentra incluido, no en vano existe la expresión, "tiene duende"en el sur. Ya hace ya siglos que saben de su existencia pero el norte más frío y seco se ríe de esas leyendas. Ella, por supuesto, tampoco acabó nunca en creer en él.

Aun así llegó un momento en que se hizo evidente que algo había cambiado. Algo hizo ese remolino invisible que su día a día había dado un vuelco y que sus ojos ya no miraban nada igual, sus oídos ya no oían lo que los demás. Sus manos primero y más tarde su boca quisieron empezar a contar. 

Una noche, a la hora bruja de dormir, arremolinados en el abrazo de Morfeo le pidieron un cuento inventado. ¿Un cueno?, pensó, ¡imposible!. El ser invisible sopló desde su diminuto espacio y de su boca surgió un cuento. Y a la noche siguiente otro. Y otro. Así fue y así hizo. 

Dicen que comenzó a escribir y escribir. Todo lo que fue capaz, todo lo que pasó por su mente. Decidió fotografiar. Y por su esto fuera poco se atrevió a salir a la calle y contar y contar. Frecuentó narradores y librerías y participó de la vida literaria de la ciudad. Un universo de palabras que se enredaban para formar  de manera ordenada y sofisticada o ancestral historias fascinantes que tras contarse se convertían en eco en plazas y calles. Sortilegio que nos hace sentirnos acompañados y que lo invisible se vuelva visible, que al silenciado se le restituya lo robado.

El duende llegó quien sabe cuándo exactamente y quién sabe cómo. De algún modo encontró el resquicio para colarse en su alma algo perdida y difusa convirtiéndola en su hogar y comenzó paciente su labor.

Ella se cree la misma de siempre aunque en verdad desde ese año que marcó aquella última mudanza, el duende comenzó a tejer nuevos deseos que se convirtieron en dueños del corazón de aquella mujer.




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