Para Clara
En un pequeño parque jugaban tres niños mientras conversaban. Hablaban de sus madres: - Mi mamá – decía el primero – vende ropa de muchos colores en una tienda.-
- Pues mi mamá – decía el segundo – cuida enfermos. El tercer niño sé quedó un rato callado y de pronto dijo – mi mamá arregla vistas.
La mamá de aquel niño, arreglaba vistas, cierto. Clara tenía una pequeña óptica en su pueblo. La óptica era su sueño, su presente y su futuro. Le gustaba su trabajo, ordenar las hileras de gafas, cambiar el escaparate, traer las novedades, tratar con los vecinos cuando entraban en la tienda. Siempre sonriente y con voz dulce, cada mañana abría dispuesta a atender a sus clientes de la mejor manera posible.
Pero Clara no sabía que sus manos tenían un don y sus dedos un toque de magia. Aquellas gafas que tocaba, que arreglaba, que vendía, no solo conseguían mejorar vistas cansadas o miopes. Nada más salir de la tienda, el cliente sentía un cosquilleo general, que invadía su cuerpo y le forzaba a sonreír. Empezaban con una pequeña mueca extraña mientras abrían la puerta para marcharse que se convertía en una amplia sonrisa unos metros más allá. Al ponerse las gafas, la vida se veía distinta, más divertida y bella. Las gafas de Clara, transmitían tanta armonía y alegría que hacía a la gente un poco más feliz. Clara arreglaba vistas, sí, tal y como decía en el parque su hijo. Clara, sin saberlo, a veces también arreglaba corazones.
En un pequeño parque jugaban tres niños mientras conversaban. Hablaban de sus madres: - Mi mamá – decía el primero – vende ropa de muchos colores en una tienda.-
- Pues mi mamá – decía el segundo – cuida enfermos. El tercer niño sé quedó un rato callado y de pronto dijo – mi mamá arregla vistas.
La mamá de aquel niño, arreglaba vistas, cierto. Clara tenía una pequeña óptica en su pueblo. La óptica era su sueño, su presente y su futuro. Le gustaba su trabajo, ordenar las hileras de gafas, cambiar el escaparate, traer las novedades, tratar con los vecinos cuando entraban en la tienda. Siempre sonriente y con voz dulce, cada mañana abría dispuesta a atender a sus clientes de la mejor manera posible.
Pero Clara no sabía que sus manos tenían un don y sus dedos un toque de magia. Aquellas gafas que tocaba, que arreglaba, que vendía, no solo conseguían mejorar vistas cansadas o miopes. Nada más salir de la tienda, el cliente sentía un cosquilleo general, que invadía su cuerpo y le forzaba a sonreír. Empezaban con una pequeña mueca extraña mientras abrían la puerta para marcharse que se convertía en una amplia sonrisa unos metros más allá. Al ponerse las gafas, la vida se veía distinta, más divertida y bella. Las gafas de Clara, transmitían tanta armonía y alegría que hacía a la gente un poco más feliz. Clara arreglaba vistas, sí, tal y como decía en el parque su hijo. Clara, sin saberlo, a veces también arreglaba corazones.
Mon es precioso!!!! Eres una mujer muy especial!!!!
ResponderEliminarUn beso enorme para tí y otro para Clara!!!
Queli
Mon es un cuento precioso!!! Tanto como tú!!!
ResponderEliminarEres estupenda corazón!!!
un beso para tí y otro para la Maga Clara!!!
Queli.
Si que tiene algo de maga esta Clara, sí sí.
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