Desde mi primer recuerdo y aun antes, desde lo más profundo de mi intuición nacen unas manos amorosas y una voz. Mi madre con su infinidad de roles resumidos en uno solo: Ser madre. Siempre a mi lado como la suya lo estuvo al suyo, transmitiéndome los mismos valores, las mismas enseñanzas. Heredando siglos de sabiduría femenina y maternal.
En mi caso fui muy afortunada y esas manos amorosas y esa voz se multiplicaron por dos. Mi infancia, mi adolescencia, mi vida hasta hoy en realidad, se encuentran completamente ligadas a mi madre y a mi abuela materna. Ahora ya ni mi madre ni la suya están conmigo…..pero precisamente ahora también es cuando mejor las conozco y más cerca las siento.
Hace poco participé en un concurso cuyo lema era el siguiente: "Ilusión por ser madre". Volqué mis sentimientos así:
Mi lugar
Iba a comenzar nuestro relato escribiendo mis recuerdos mientras lo observo dormido. ¿Por qué será que cuando les vemos dormidos, con esa paz, esa cara angelical, nos invade a todas la misma sensación?
Mis recuerdos me llevan al primero de todos ellos. El día que descubrí que iba a ser madre: Estaba más que hablado y más que decidido, era más que buscado, pero cuando la prueba reflejó claramente mi nuevo estado me tuve que sentar en el baño para tomar aire. Pensé, ¿ya?, ahora solo me quedan nueve meses y estará en mis brazos. Madre mía (bonita expresión) ¿y ahora qué?.
La maternidad se vive, se bebe, poco a poco, conforme experimentas todos y cada uno de los cambios de tu cuerpo y tiene algo de fascinante (bueno, no todo, las nauseas, si se tienen, no tienen mucho de fascinante). No vale que te cuenten, no vale que te expliquen. Cada embarazo, cada maternidad, cada experiencia es única, igual que cada niño es un mundo (además de tu mundo). Por eso creo que hay que vivir, exprimir cada momento.
Mi cuerpo cambió y mi alma también y fue a golpe de sorpresas. El día que sentí que se movía por primera vez, como una culebrilla; la primera patada y las siguientes que me hicieron pensar que sería futbolista; la primera contracción y su llegada, con esa mezcla de nervios y expectación, que pronto pasaron a segundo plano por la propia intensidad del momento; la primera vez que lo cogí en brazos y lo acerqué a mi pecho. La sensación en ese momento fue tan desconocida, tan nueva que quizás no la llegué a disfrutar tanto como lo hago ahora con el propio recuerdo.
Desde el instante que sale de tu cuerpo y lo abrazas sientes que ese abrazo durará siempre convirtiéndose en un ir de la mano juntos por el camino de la vida. Recordar todo ese proceso de gestación me hace sentir nostalgia y los embarazos de mis amigas consiguen hacerme sonreír con una mezcla de envidia y complicidad a partes iguales.
Y de golpe y por más que leí, que asistí a los cursos de preparación, que intenté y que intentaron prepararme, mi vida dió un giro de 180º y se convirtió en un torbellino, en un ciclón de pañales, ropita de bebé, de rutinas nuevas e impensables meses antes, de dudas, de miedos….. y de sonrisas. Y me descubrí a mi misma pensando siempre, aun en el peor de los momentos, que merece la pena y que no hay sonrisa mas luminosa ni bella que la de mi hijo.
Merece tanto la pena que, dos años después, quiero volver a ser madre porque algo ha cambiado profundamente en mí. Por fin he encontrado mi lugar.
Foto: Bellotero
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