sábado, 8 de octubre de 2011

De esa tristeza difusa

De esa tristeza difusa, volátil,  que aparece sin previo aviso y en cualquier momento instalándose en tu mente, cuerpo y corazón. Muda, te enmudece, te deja sin palabras sobre su razón o motivo aparente.

De esa tristeza difusa envolvente como la neblina de las montañas, infinita y sin causa conocida, que baja hasta el valle y se queda sin que nadie sepa cuándo levantará. Que encoje hombros en un intento de protección y llama a quedarse en los hogares buscando el calor de la compañía a la espera de que el sol le gane la batalla.

De esa tristeza difusa, otoñal, como la caída suave de las hojas que provoca nostalgias pasadas y nos avisa del paso del tiempo. Vieja amiga.

De esa tristeza difusa que te abraza por la espalda, a traición, como una amante no deseada, como ese mal invitado al que sutilmente intentas convencer de que llegó la hora de despedirse pero no se marcha.
 
De esa tristeza difusa que de repente en un momento cualquiera del día se queda en tu garganta y te ahuyenta las palabras porque aunque no parezca te atenaza y no se disuelve con menta.
 
Ella. Solo Ella. Siempre Ella. Melancolía la llaman.
 
Ella. ¡Ave tristeza!. ¿Bienvenida? "Mal hallada"...

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