jueves, 2 de abril de 2015

La Silla Mágica

A Silvia y Arancha. A Arancha y Silvia. Por ser tan valientes y navegar con nosotros en estos mares. Por esas conversaciones, por esa complicidad que se ha ido tejiendo, porque hay lugares que ya nacen con alma.



ÉRASE un dos de abril, mes de primavera y de libros, en el que nada más salir el sol comenzó a correr un rumor por el barrio. Este barrio es mucho barrio y un rumor siempre es una buena historia llena de novedad y con tintes de posibilidades, sin duda alguna.

Todos hablaban de una silla mágica que nadie había visto todavía y que sin embargo todos podían afirmar que conocían a alguien que aseguraba habérsela encontrado. Los rumores susurraban en los rincones un punto concreto del barrio, un parque.

Cada vecino tenía muy claro cómo era esa silla. Pero muy muy claro:

Unos que grande,

otros que pequeña,

unos que roja,

otros que negra,

unos que de madera,

incluso alguien juró que era una mecedora.

Nadie se ponía de acuerdo en nada salvo en algo... La silla invitaba a sentarse y leer. 

La gente curiosa, cotilla, impaciente, expectante decidió de manera alborotada agolparse en un punto en concreto del que ya se había convertido en famoso parque y de pronto alguien gritó:

- ¡Mirad, mirad!

Se abrió un pequeño y acogedor local luminoso y lleno de tonos blancos. Sillas blancas, estanterías blancas vestidas de libros coloridos y misteriosos.

Una silla en el centro, flanqueada a derecha e izquierda de dos lugartenientes de mirada entusiasmada y una gran sonrisa como tarjeta de presentación.

Efectivamente la silla era mágica.

El primero que se sentó fue un niño vivaracho y despierto y describió una silla pequeña, acogedora como el regazo de mamá y habló de la historia de "diez patitos de goma" que se perdieron en el mar.

El siguiente que se sentó, recordaba una silla alta desde el que vigilar el horizonte embarcado en una historia de piratas mientras en una isla un "principito estrambótico" exploraba una isla.



Una niña dijo que la silla era una butaca de teatro en la que se emocionó con la historia de una bailarina tenaz y hermosa al lado de una misteriosa compañera de función con un parche.

Nadie encontraba una explicación pero a todo el mundo le pareció que daba "un punto" curioso a la zona.

El dos de abril dio paso al tres y el tres al cuatro...

y las sillas y las historias y los lectores de sueños se multiplicaron, como se multiplicaron las sonrisas de las lugartenientes. La silla se mimetizó en el parque, siempre mágica, siempre diferente y quedó como parte especial del barrio.

Había quien la utilizaba para disfrutar de una aventura, 

había quien buscaba emociones y explicaciones, 

había quien aplaudía cuentacuentos 

y había quien descubría sus sueños y pasiones.

Y la silla, como uno de los árboles del entorno en el que había aparecido, echó raíces, llenándose de voces infantiles.

Lo que nadie supo entonces, ese dos de abril del que hablo, nadie salvo un niño curioso y tímido que se sentó también en ella cuando nadie miraba es que la silla es tan mágica...

tan mágica, 

tan mágica, 

tan mágica

que es una puerta a un universo entero del que desde fuera solo se intuye, como toda buena invitación, el principio.

Adentraros en él. Si la magia de una silla da juego, intentad abarcar por un instante la magia y las posibilidades de un universo entero.






¡Feliz primer cumpleaños!


1 comentario:

  1. Felicidades a la Silla Mágica por su primer aniversario y por ser tan valientes y gracias a ti Mon por la sensibilidad que demuestran tus palabras y por descubrirnos este espacio tan especial a tanta gente durante este año

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