miércoles, 22 de abril de 2009

El viaje

Nació en lo alto de una montaña, escondida entre más montañas, donde los picos tocaban el azul del cielo, majestuosos, solitarios, hermosos, blancos por las nieves perpetuas que en ellos se posaban; donde apenas existen señales de la mano del hombre, donde las cosas son puras y frescas, dónde todo vive en armonía, ajena a los avatares del mundo. Era pequeña, cristalina, tintineante, revoltosa. Comenzó su camino asombrada, asustada, algo la empujaba, no podía parar pero tampoco sabia exactamente hacia dónde iba, ni por qué sentía que debía marcharse. Siguió a las demás, nerviosa y expectante. Comenzó una carrera cada vez más rápida. Pasó por encima de unas piedras, cantos, lisos, grandes y pequeños, que la miraron mientras le decían adiós, pasó por bosques y prados, con grandes y frondosos árboles y hierba verde, salpicada de flores multicolores. Vio animales, que la saludaban a su paso, contentos de verla pasar, sin tiempo para más. A veces, del cielo, llegaban amigas nuevas, pequeñas estrellitas blancas y frías que se unían para proseguir juntas el viaje, tan diferentes cuando llegaban y tan iguales en cuanto se unían a las demás. Frágiles cada una a solas, poderosas todas unidas en su carrera.

Un pájaro le pió insistente, acompañándola parte del camino, y le preguntó, ¿dónde vas con tanta prisa, pequeña? ¿Por qué corres? ¿Dónde está tu casa? Mientras ella sonriente le decía, sigo a mis hermanas, no sé dónde voy, solo sé que tengo que seguirlas. Pasó por saltos y cascadas, bajo puentes y entre pueblos y ciudades, cada vez más lentamente, cada vez más acompañada, hasta que llegó a un espacio inmenso, frío, azul profundo y salado. Intentaba guardar en su memoria todo cuanto veía y cuanto tocaba y almacenarlo entre sus recuerdos, cada vez mayores. Solía pensar a menudo en el lugar en el que había nacido, allá en lo alto, cada vez más lejos, pero no lo añoraba, era mucho más divertido pensar en lo que le iba deparando su viaje y jugar a adivinar cuál podía ser su destino. Todos tenemos un lugar, todos tenemos metas que cumplir, todos tenemos a quien acompañar y a quien amar, y ella se preguntaba ¿qué tenía preparada para ella la Vida?

Era una gotita de agua, gota entre gotas, que había nacido en lo alto de la montaña, en un manantial escondido, en un lugar recóndito donde reinaba la armonía ajena a los avatares del mundo, donde el hombre se rinde a la belleza y asume sus propias limitaciones. La gotita viajó junto con el resto de gotas de agua, formando primero un pequeño reguero, luego un riachuelo, y después un río que saltaba entre rápidos y rocas, refrescaba plantas y animales en sus riberas, largo, sinuoso que fue a dar a un río más grande y éste a uno aún mayor. Pasó por prados, bajo puentes, entre pueblos y ciudades, junto a caminos y carreteras, cruzando valles sin saber a ciencia cierta cual era su destino, empujada por una fuerza mayor, hasta llegar al mar, ese mar inmenso, azul profundo, manso y bravo según los días, cambiante en su color según el tiempo, que la esperaba con los brazos abiertos, diciendo: - gotita éste es tu lugar, aquí descansas ya de tu viaje. Algunas de tus hermanas se han quedado por el camino, regando campos de cultivo, dando de beber al sediento. Pero para ti, este es tu destino, esta es tu casa, abrazarás y mecerás a barcos y delfines, jugarás con ellos y te acercarás curiosa, si así lo deseas, a las orillas de las playas en forma de ola, entre su espuma, para ver jugar a los niños alegres cuando las saltan en las largas tardes de verano.

Foto: Paulina Alarcón (Flickr)

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