viernes, 4 de diciembre de 2009

Esbozos de arena y sal


Si cierro los ojos me llega el sabor del salitre a los labios, el frescor de la brisa al rostro y siento la rugosidad de la arena en la planta de los pies. Llevo las retinas repletas de imágenes de playa y sol, de toldos que me acompañan desde mi primer recuerdo y tablas de surf. Mi nariz aún percibe el olor a tormenta de verano y a hierba mojada. Mis manos siguen sintiendo la espuma de las olas.


Imágenes y sensaciones de verano y vacaciones, de libertad y alegría, de tranquilidad y siestas. Mi hijo recuerda niños, cubos y palas, olas y piscinas construidas con la marea baja; charcos y caracoles durante los días de lluvia.

Semanas de belleza y quietud que alimentan el recuerdo cuando llegue el invierno, de una ciudad castellana. Otoño de castañas asadas e invierno de largos abrazos a una gran taza de chocolate caliente.

Por el camino disfrutaremos de belenes, villancicos y luces navideñas, zapatos brillantes para tres destinatarios reales y nostalgia por los que ya no están.

Un día, buscaremos una señal de la primavera, desde la ventana y al calor del hogar. Y la señal llegará, probablemente en forma de pequeña margarita, entre la hierba de nuestro parque de columpios predilecto. Y nuestra playa seguirá allí, esperándonos, revuelta y gris durante el invierno, azul añil con el verano. Con sus mil caras, con sus mil tonos, sola entre temporales y rebosante de gente ávida de sol al comienzo del verano.

1 comentario:

  1. Entiendo perfectamente tus sensaciones y las comparto. Desde el interior del país esos recuerdos del mar junto al que crecimos vienen continuamente a nuestra memoria y a veces nos hacen soñar, mientras que otras nos llenan de melancolía. Quién pudiera verlo todos los días desde la ventana.
    Belén

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