miércoles, 2 de noviembre de 2011

Dos Cuentos: "El globo que quería ser luna" y "La vaca que quería ser globo".

Estos cuentos nacen una noche de hace una semana más o menos.

Mi hijo me dice como cada noche, - mamá "léeme de mentiras” un cuento.-
 
Miro su lamparita de noche, redonda, es la cabecita de un gato. Cambia de color y justo en ese momento ilumina en blanco suavemente. Y digo:

Érase una vez un globo que soñaba con ser una luna. La miraba en medio del ramillete de globos de los que formaba parte. El globero que los vendía solía pasar horas y horas en un parque infantil, junto al quiosco. El globo pasaba los días suspirando, para desesperación de sus familiares y amigos. Era blanco y estiraba de su cordón con todas sus fuerzas, así que siempre destacaba en el ramillete por quedar suspendido algo más alto que el resto. Le fascinaba la luna, redonda, brillante, tan blanca como él, allá lejana, siempre en lo alto del cielo, observando. Quería imitarla, quería saber qué sentía la luna arriba.

Una noche de fiesta en el pueblo, el globero decidió probar suerte y vender sus globos aprovechando una exhibición de fuegos artificiales. La noche, despejada, mostraba una luna llena en todo su esplendor. El globo, nervioso, con su deseo más fuerte que nunca, tiraba y tiraba intentando escapar. Tiró tanto que en una pequeña ráfaga de viento consiguió soltarse de la mano del globero, volando alto, alto, tan alto que con el último fuego que explotaba la gente pudo ver una pequeña luna blanca sobrevolando un cielo plagado de estrellitas brillantes que se deshacían al caer.

Así el globo, finalmente, se convirtió en luna, una noche de verano.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Mi hijo decidió entonces: - Mamá, ahora la vaca que quería ser globo.-
Menudo reto, pensé.


Érase una vez una vaca que siempre había vivido en el mismo prado. Pasaba los días pastando y espantando moscas con el rabo. Siempre en el mismo lugar del vallado, siempre mirando el mismo paisaje.

Pero la vaca tenía un extraño sueño: quería se globo. Y volar y viajar y llegar muy muy lejos por el cielo. Visitar así pueblos lejanos.

Una mañana acertó a pasar por allí la bruja Maruja, de paseo en su bicicleta ya que su escoba se había roto. Al verla, la vaca la llamó y le contó su secreto. Le pidió, por favor, que le hiciera un hechizo que hiciera su sueño realidad.

La bruja Maruja que era una bruja buena, se concentró, puso cara de pensar hechizos complicados y después de decir en susurros unas palabras mágicas agarró la cola de la vaca y sopló varias veces. La vaca notó que empezaba a hincharse y a sentirse cada vez más ligera y a notar que flotaba. Cuando quiso darse cuenta vió que volaba muy alto, como un globo, dejándose llevar por la dirección en la que soplaba el viento. Voló por tierras y montañas, cruzó un mar y llegó a Africa. Allí conoció a sus parientes más lejanos, en la sabana y se quedó un tiempo con ellos. Pero llegó el día en el que echó de menos su prado y su valla, en definitiva su hogar. Así que repitió el hechizo de la bruja Maruja con la ayuda de un pastor Masai (una tribu africana) y se dejó llevar de nuevo por el viento que la trajo de nuevo a casa. Y se posó de nuevo, contenta, en su prado, en su valla, con su paisaje de siempre. Feliz de volver y satisfecha por todo lo que había vivido y aprendido con tan extraña experiencia.

Mi hijo dijo:
- Y colorín, colorete, por la chimenea sale un cohete. -

1 comentario:

  1. Preciosímo !!! como todos los cuentos que nacen del corazón al compartir momentos con nuestros hijos ...

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