viernes, 18 de enero de 2013

Robitto, el robot rojo

Para Daniel, para que descubra su pequeño botón de volumen...


En una galaxia lejana... muy muy muy lejana y en un planeta muy muy muy lejano convivían sus habitantes con unos robots. Los habitantes los habían creado para que les ayudaran en las tareas diarias  y así lo hacían los robots, encantados de la vida.

En estas circunstancias estaban habitantes y robots cuando a una familia llegó un nuevo elemento: Robitto el robot. 

Era un precioso robot rojo de última generación. Brillante y nuevo, preparado para una y mil tareas, siempre cerca de los niños de la casa. Robitto robot tenía cuatro años y era un gran robot. Lo habían dicho sus creadores ingenieros, lo decían sus dueños y lo decían los niños de la casa que lo querían muchísimo.

Pero Robitto tenía un pequeño problema que no quería contar: Su voz salía muy bajita cuando tenía que comunicarse y a veces, cuando una tarea no le salía bien, salía más bajita aún o incluso se le quedaba atascada en la garganta metálica sin poder salir. Y no podía pedir ayuda y se ponía nervioso y lloraba. Lloraba como lloran los robots, con un sonido metálico y sin lágrimas para no oxidarse.

Esta situación le preocupaba mucho porque no quería que sus dueños pensaran que algo fallaba en su mecanismo. Le daba miedo que si lo descubrían lo quisieran devolver...con lo feliz que se sentía con ellos. Así que cuando no le salía la voz corría a esconderse en un rincón donde nadie pudiera verle, esperando que nadie se hubiera enterado.

Pero los niños de la casa sí se habían dado cuenta de la tristeza que sentía Robitto y una noche, mientras Robitto descansaba recargando energía se reunieron en el cuarto de juegos, en acampada y con linternas, para guardar el secreto y se pusieron a pensar qué podían hacer por el robot.

Durante las semanas siguientes jugaron más con él, le dijeron muchas cosas preciosas y le abrazaron aún más que de costumbre.... pero a Robitto seguía sin salirle la voz y continuaba asustado.

Una tarde, mientras la niña más pequeña de la casa, que también tenía cuatro años como él, le abrazaba, se fijó que el robot tenía un botón chiquito debajo de una de las antenas que le hacía las veces de oreja. Nunca habían visto ese botón. Y lo pulsó mientras le preguntaba al robot si él sabía para qué era.

De pronto la voz de Robitto sonó clara y alta, como nunca antes.... y la casa entera se quedó sorprendida.

Robitto comprendió que su voz siempre había estado dentro de él y que todo era mucho más fácil de lo que pensaba. Con ese botón manejaba el volumen, que era lo que hacía que su voz sonara más alta o más baja y que él podía regularlo siempre que quisiera y como quisiera. Él era dueño de su voz y su voz su mejor herramienta para comunicarse.

La sorpresa había sido tan grande que tuvo que ensayar un poquito para convencerse a sí mismo de lo fácil que era y descubrió que así los demás le entendían mejor. 

Ya no tuvo miedo de contestar, ni de pedir ayuda cuando la necesitó porque descubrió también que su voz sonaba muy bonita y gustaba a los demás. Todos disfrutaron de conversaciones y pudieron contarse en voz baja, media, alta o muy alta cómo había ido el día o pedirse ayuda o jugar a gritar en lo alto de una montaña o cantar o llamar o contarse secretos.... tantas cosas.

Y así nuestro maravilloso robot rojo dejó de esconderse y dejó de llorar lágrimas metálicas y se hizo un poquito más mayor... para el orgullo y alegría de toda su familia.

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