Lo que a continuación voy a narrar de manera algo "novelada", sucedió ayer, viernes, en el patio del colegio, empezando el día.
Uno de los protagonistas, mi hijo.
Yo, de testigo.
La situación me resultó tan tierna, sincera y entrañable que no quiero dejar de contarla.
Pasando ya el ecuador del curso, prácticamente a punto de cerrar el segundo trimestre, él dejó de querer entrar solo al cole. Al llegar junto a la puerta principal de entrada su cara se angustiaba y reflejaba su sufrimiento, mientras expresaba de distintas maneras su desazón.
Esa desazón que continuaba en el propio patio, junto al pequeño muro que rodea parte del edificio de educación infantil y las escaleras, esperando a que saliera su profesora para acompañarle de la mano, animándole al mismo tiempo, cariñosa y suave, en esta racha de sentimientos encontrados y sensaciones de celos, abandonos y aburrimientos.
Aquella mañana seguía tercamente apalancado junto a las escaleras. Sin querer moverse, esperando la aparición de la maestra cuando frente a él se paró una compañera de clase. Una rubia sonriente y pizpireta, con una chispa de brillo en sus ojos alegres, le dijo - No prometes lo que cumples - Es decir, no estás cumpliendo lo que me prometiste. Y ese "prometiste" venía de días atrás, previamente pactado con un intercambio de dibujos para que el niño se animara en los que ella le recordaba que "el cole" es divertido y que no olvidara sonreir.
Ella intentó convencerle de que subieran juntos a la fila. Ante la negativa optó por quedarse fielmente a su lado, hablándole y sonriendole, esperando que cambiara de opinión. No obtuvo por respuesta más que un gruñido de enfado que no pareció importale demasiado.
Salió la tutora. A sabiendas de dónde le encontraría, sonrió confiada y comenzó a bajar las escaleras. Mientras, la niña, cogió suavemente de la mano al niño y le susurró: - venga, vamos juntos. Tiró de él a la par que su maestra llegaba a ellos y así subieron los tres las escaleras hasta la clase. Cada una de ellas le agarraba de la mano mientras le animaban y le hablaban. Y así él se dejó llevar, sin resistencia, sin lágrimas.
Qué tierno! Un abrazo.
ResponderEliminarTan lindo mi niño. Que suerte tiene de estar rodeado de tan buena gente. Tote
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