Una habitación, un espejo y silencio. Una mujer frente a su propia imagen reflejada.
Una voz.
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Hembra, fémina, señora, dama, mujer.
Madurez de cuarenta, canas escondidas en color cacao, manos con cada huella de tu camino escrita en ellas, comienzo de década nueva. ¿De dónde vienes y a dónde vas? Cuantos nombres, cuantos adjetivos, cuantos roles para una sola persona. Cuanto peso para tu espalda, enredado en tus hombros. Envuelta en un pasado, respirando un presente, en busca de un futuro.
Encerrada en ti misma y a la par frágil y expuesta como si vivieras en un caparazón de cristal. Decidiste bucear dentro de tu ser más íntimo, escarbando, sintiendo, ordenando. ¿Por qué buscas y qué encuentras? ¿qué esperas cual Penélope, "con su vestido de domingo" como dice la canción?
Mirate, sienteté, escúchate. Cierra tus ojos, esconde tu mirada, olvida, concéntrate.
¿Qué sientes? ¿Quién eres?
Aristas, esos ángulos escondidos que hieren a esa mujer que crees que conoces y dominas, dándole la vuelta, poniéndola de frente, como en un espejo, con esas esquinas tan puntiagudas y negadas de tu personalidad. Tan escondidas, tan tapadas. Líneas que se buscan, que se encuentran, que se cierran. Miedos, desvelos, desamores, decepciones, que pinchan, que escuecen, que hacen llorar.
Recovecos tenues que te esfuerzas en no querer ver, en intentar olvidar. Rincones que te recuerdan que hay espacios interiores que entender, que asumir, que aceptar porque forman parte de un universo complejo.
El lado oscuro, que no malvado sino misterioso y negro. Negro como las tinieblas de la noche. Perfil inherente de aquella parte de tí que no te gusta, pero que a su vez forma parte tan intrínseca de tí que permanece contigo. Mujer, dale un nombre, un espacio y un por qué de su existencia. Ese lado oscuro que le otorga un equilibrio místico de yin y yan a tu esencia como persona.
Esas aristas, esos recodos y sombras de tu geografía de mujer que te dicen también quien fuiste, ahora quien eres y que te ayudarán a ser.
Hila, hila fino, en la rueca de tu vida y de tu espíritu. Sé, vive, ríe, llora. Pasa los dedos de tu alma por tus aristas, con suavidad y hazlas tuyas. Tuyas siempre.
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