Este año nos hemos quedado sin Feria del Libro. Ni paseos, ni casetas, ni firmas, ni actividades, ni charlas con los libreros y libreras de la ciudad buscando títulos. Así que este cuento va dedicado a esa "orfandad" de Feria.
SIN nació para ser famoso.
¡Y no era para menos! Hermoso, brillante,
con un nombre sugerente y una personalidad única.
Estaba escrito en su destino.
Lo decía, confiada, su familia: - SIN es hermoso -.
Lo decían, ilusionados,
en el entorno: - SIN es brillante -.
Lo dijo, entusiasmada, cada persona que lo vio la primera
vez: - SIN es único-.
SIN llegó como un regalo y fue todo un fenómeno artístico
desde el primer momento. - ¡Qué salero tienes! – le gritaban en todas partes al
conocerle.
Aparecía en los periódicos,
participaba como protagonista en actividades con su círculo
más cercano,
era aclamado y esperado por una legión de admiradores,
era abrazado hasta cada casa con expectación.
Definitivamente, pensaba él: - me quieren, me cuidan, me
miman. Tengo la vida perfecta con la familia perfecta para mi. No me extraña
que me llamen SIN el afortunado -.
Su vida estaba llena de color.
Pero poco a poco, poco a poco, poco a poco, todo CAMBIÓ. La
verdad es que él solo hizo lo que debía hacer, aquello para lo que había
nacido.
Al principio SIN ni se dio cuenta pero dejó de aparecer en
los periódicos,
de participar en actividades con su círculo más cercano,
de ser aclamado y esperado,
y de ser abrazado hasta cada casa.
Esa palabra que parecía acompañarle como un apellido,
AFORTUNADO, desapareció.
Y SIN acabó a oscuras.
Retirado,
Apartado,
por viejo, gastado y demasiado usado,
porque ya no valía NADA para NADIE.
SIN desapareció de todos los lugares donde había sido
querido y aclamado, de las vidas de los niños y niñas. Todo el mundo lo olvidó
y él sintió como si su pasado se borrara, como si ya no existiese. Y no
comprendió aquel cambio.
Por primera vez en su vida, sintió algo nuevo pero que no le
gustaba nada porque le daba miedo, se sintió MUY SOLO.
Ya no tenía cariño, ni admiración.
ya no le quedaban amigos. Todos se apartaron.
ya no tenía HOGAR, le echaron.
Solo le quedó una CAJA de cartón en la que vivir y que
encontró en una esquina de la calle junto a un portal.
Se convirtió en SIN, de apellido, TECHO.
SIN estaba tan perdido.
Sin trabajo.
Sin familia.
Su caja era su única protección, su resguardo, la manta que
le daba calor.
Nunca, nadie miraba la caja cerrada.
Nunca, nadie se paraba junto a la caja.
Nunca, nadie le buscaba.
Nunca, nadie la abría.
Nunca, nadie le daba la mano.
Nunca, nadie le daba un abrazo.
El tiempo pasaba muy despacio dentro de esa caja. Dentro, sentía
pasar los meses y las estaciones. Su caja, en una esquina junto a un portal era
su único refugio. Notaba la lluvia, el frío, el calor y con él solo vivía su
única compañera, la tristeza. Oía las voces de los vecinos que decían que esa
caja estorbaba en su portal y en su camino. Sufrió desprecio y hasta le
hicieron daño.
SIN perdió la esperanza. Se le escapó en un suspiro por un
hueco de su caja de cartón.
Su vida se volvió negra.
Hasta que un día…
… un día, cuando ya no tenía ninguna esperanza, la caja se
abrió.
A SIN se le había olvidado ya cómo era el mundo fuera de la
caja.
De ese mundo que había olvidado asomó una cara sonriente,
con unos ojos grandes y dulces y una sonrisa de mujer más dulce todavía.
Era una desconocida.
- ¿Qué estaba pasando? – pensó SIN. Esa cara le gustaba, no
tenía miedo. - ¿Quién será? -
La caja se movió un poco y unas manos delicadas le sacaron
suavemente de la caja.
Las manos de la mujer sonriente acariciaron su portada.
Leyó despacio cada una de sus hojas. Se paró a observar cada
una de las ilustraciones coloridas.
Una voz alegre y cantarina salió de su boca para exclamar: -
¡menuda joya de cuento!-
SIN pensó: - ¡Me ve! ¡Me ve de verdad! ¿Volveré a existir
para alguien? -.
Y la mujer, decidida, le habló: - A partir de ahora vendrás
conmigo. Viajaremos juntos -.
- Te contaré,
te narraré,
te explicaré,
te mostraré a todo mi público por todo el mundo.
Sal de tu caja y ven conmigo. Y todo el mundo conocerá la
historia de tu interior, puesto que desde hoy yo seré TU NARRADORA.
Meses más tarde SIN, viendo una biblioteca llena a rebosar
de niños, al otro lado del océano, que le miraban asombrados en las manos de su
narradora, pensó: - Soy SIN, el afortunado.