lunes, 8 de junio de 2009

Yoyó y Alma

Una foto y una sonrisa me llevaron a estas pinceladas.... Para Alma

Alma es un bebé chiquito, de apenas un añito, lleno de vida y energía, con unos ojos muy negros, llenos de chispitas de alegría y una sonrisa encantadoramente pícara. La inquieta aventurera no pierde ni un segundo quieta y pasa el tiempo intentando subir, bajar, acercarse y agarrar todo lo que llama su curiosidad.

Una mañana Alma ríe, montada en un caballo blanco, con crines largas y adornadas con cintas doradas y verdes y cascabeles que tintinean al trotar. Es un hermoso caballo, para Alma, el más bonito que ha visto nunca y el primero en el sus papás la dejan subir.

Es un bello domingo de primavera, lleno de sol y de luz. De fondo, sonaba la música de unas campanillas. Y Alma disfruta dando pequeños grititos de alegría. El caballo cabalga y cabalga, arriba y abajo, siempre adelante, sin perder de vista el horizonte. El corcel de Alma se llama “Yoyó”. Alma grita y agita la manita, saludando a su papá que le mira desde la distancia y que anima a Yoyó a acercarse para intentar tocar la manita que su hija le alarga saludando.

Pero de pronto Yoyó se para y Alma abre mucho los ojos, sorprendida, diciendo - ¡ooooooooooooooh! -, y llama incansable, - ¡mamiiiiiiiiii!- . Vale, la mamá de Alma que está siempre a su lado, sonríe, y le dice con voz muy suave: - ¿vamos a buscar a papá Alma? El tiovivo ya paró y Yoyó tiene que descansar.- Alma primero ensaya un puchero pero, resignada, se lanza a los brazos de su madre. Cuando llegan donde les espera papá le ofrece su manita y siguen su paseo de domingo de primavera.

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